viernes, 21 de noviembre de 2008

Representaciones sociales de género asociadas a los Juegos Infantiles.

Representaciones sociales de género asociadas a los Juegos Infantiles.
Fecha: Noviembre de 2003.
Alumna: Silvia Mariana Fontana (24.860.030)

INTRODUCCIÓN:

Motivaciones personales y vinculación del tema con el campo profesional:
Como profesora de educación física, a través de un estudio de campo realizado, he podido observar que las adolescentes reiteran determinadas elecciones deportivas y que el abanico de las mismas es más cerrado que el de los hombres. Al conversar con ellas, noté que dichas opciones quedaban asociadas a preconceptos sobre lo aceptado socialmente como práctica femenina.
Por otra parte, es un hecho inevitable que a través de un proceso que se inicia incluso antes de nacer, “todos y todas” vamos a adquirir una identidad independiente, definida como identidad de género.
“Esta matriz de aprendizaje que se va conformando y afirmando desde el nacimiento y tal vez antes, no es consciente; generalmente opera sin que lo hayamos pensado o propuesto. Hace que nos parezca “natural o obvio” aquello que está determinado por lo social e histórico”.[1]
A través de mi cursada en el postítulo, pude observar la existencia de otro factor que podría influir en los juegos practicados por las niñas, acordes a la concepción de cuerpo que cada sujeto tiene de sí mismo, con relación a las matrices de aprendizaje que incorporan en las primeras etapas de su vida.
Esta estructuración social del cuerpo, por una parte afecta a toda nuestra actividad más inmediata y aparentemente más natural (nuestras posturas, actitudes, o movimientos más espontáneos) y, por otra parte, es el resultado no solo de la educación propiamente dicha sino también de la simple imitación o adaptación.[2]

Buscando comprender los factores culturales de género que influyen en las elecciones lúdicas de las niñas y futuros deportes a practicar, es que comencé a plantearme los siguientes interrogantes:¿qué percepciones, imágenes y valores asocian las niñas a la práctica de juegos?; ¿qué mandatos familiares sirven de orientadores para tipificar algunos juegos y deportes de convenientes y otros ser excluidos de sus preferencias?; ¿cuál es la biografía de prácticas deportivas y cuidados del cuerpo de sus padres?; ¿de qué manera esta ideología familiar se reproduce en los hijos?; ¿es que las pautas de conducta instituidas en los procesos de socialización, obedecen a patrones comunes en una relación de continuidad entre juego, deporte?; ¿la escuela y sus docentes tienden a producir sujetos que, consciente o inconscientemente, aceptan la versión dominante de las relaciones de género? ¿Las representaciones sociales que aparecen en los roles de juego, se proyectan en el futuro?; ¿estas pautas de comportamiento pueden repetirse y condicionar la futura práctica de deportes?

Enfoque del trabajo:
Como herramienta técnica y conceptual del enfoque psicosocial, apropiada al abordaje de esta problemática, se considerará a las representaciones sociales ya que constituyen un sistema de interpretación de la realidad y de orientación de los comportamientos, toman un carácter de mediación entre el individuo y su medio, así como entre los miembros de un mismo grupo. Las representaciones intervienen directamente en la posición a tomar, reproducen igualmente un sistema de expectativas, definen lo lícito, tolerable o inaceptable en un contexto social específico.

Hipótesis:
A través de la Matriz de Aprendizaje, la niña construye Representaciones Sociales asociadas al género que determinan la práctica de juegos y futuros deportes.

Definición del problema y objetivo de la investigación:
El problema planteado es la relación existente entre el comportamiento infantil desde una visión de género y los hábitos de juego. De modo que este trabajo de perspectiva psicosocial, se sitúa en un atravesamiento particular, entre pautas de género culturalmente establecidas y los habitus familiares acerca de la calidad de vida y del cuidado del cuerpo que estarían influyendo en el comportamiento lúdico infantil.
Para fundamentar esta hipótesis se considerarán aportes de líneas teóricas sociológicas, psicológicas y propiamente psicosociales. De esta forma, el imaginario social que se construye en torno al juego, los significados atribuidos al mismo y sus vínculos con las pautas de género; nos permitirán leer la conformación simbólica del mundo social que lleva a la reproducción de las divisiones de género actuadas en la distribución lúdica. Asimismo, aquellas que hablan de la familia y la escuela como instituciones jerárquicas productoras de habitus y el cómo se instituyen las identidades al interior de los lazos de poder y de verdad acerca del género.
Por consiguiente, la intención del presente trabajo es: analizar las representaciones sociales de las niñas pampeanas respecto a los estereotipos de género vinculados al juego y futura práctica deportiva.

CONCLUSIONES:

Me he sentido movilizada a cuestionar el orden corporal instituido en las prácticas lúdicas de los infantes, que contribuye día a día a consolidar la identidad de género.
Debemos reflexionar críticamente sobre las estructuras del poder que sustentan y perpetúan las diferencias sociales.
Se cuestiona la convalidación de un orden social que lleva a la repetición, a la falta de diferenciación y que consecuentemente reduce los grados de libertad para las elecciones, puntualmente lúdicas para el caso que nos ocupa. Se sugiere en cambio, buscar alternativas para evitar ofrecer lo mismo, ocultando la diversidad y la identidad de género.
Este trabajo en términos de las representaciones sociales ofrece los marcos para examinar el papel de los factores sociales en la formación y el funcionamiento del conocimiento común y liberar los sistemas de interpretación y de pensamiento colectivos, en sujetos que son siempre sociales por sus lazos de intercomunicación y su inscripción en un contexto sociocultural y un marco histórico.
Al reflexionar acerca de la relación cuerpo, género y deporte, fue mi intención abordar el sentido primario que tiene el juego infantil para el género, iluminando en cierta medida, el proceso de objetivación y naturalización por el que tales significaciones se tornan realidades concretas.
Es de observar, que en los contenidos emergen los mismos estereotipos sexistas relevados por los estudios del área dentro de la última década, proyectándose rechazo hacia aquellas prácticas que exigen vigor, fuerza y contacto físico, pues su ejercicio enfrenta a la joven con las definiciones tradicionales de femineidad. De este modo, la mujer sigue vinculada a lo artístico y al cuidado del cuerpo, siendo el concepto ordenador de la representación, la condición de agresividad, cualidad adscripta al dominio masculino.
Otro factor, que influye sobre las posibles limitaciones de las niñas para practicar determinados juegos, es la representación del propio cuerpo. Hay un fuerte condicionamiento social que presiona para que un cuerpo ideal bello, armonioso, delgado, sea un pasaporte seguro para el éxito social.
De esta manera, me atrevo a afirmar que las percepciones y conceptos de género de las niñas, pueden limitar su desempeño inmediato y/o futuro, en las diferentes áreas a realizar.
Esta concepción de alcanzar un modelo de belleza física, ha sido estudiado en función de la posición psicológica del género que revelaría falta de poder social simbólico en las mujeres, ya que éste se ejerce en la posibilidad de imponer su propia mirada sobre el cuerpo sin depender de la mirada del otro. Y desde un punto de vista psicosocial, declara la fascinación de la época por un cuerpo joven, convertido en la carta más importante que se tiene de presentación de la identidad; época donde el sistema de códigos no está centrado tanto en un objetivo ideológico, sino en una máscara, en un look que lleve al éxito social. Aquí hablamos de un cuerpo subjetivo, como experiencia privada, pero a su vez, de un cuerpo como objeto socializado que transporta un sistema de valores y que constituye un testimonio para los otros.
La selectividad de los aprendizajes motores en la socialización de la mujer, marca una clara restricción del movimiento y oportunidad de exploración corporal. Los padres no se preocupan de que la nena sea pasiva o se halle poco interesada en la motricidad; por el contrario, se pueden inquietar si la ven “demasiado movediza”. En cambio, intentan que el varón sea más activo con el cuerpo, favoreciendo para él distintas prácticas deportivas, entre otras estrategias. La representación que viene de estas experiencias, lleva información que se asimilará a las tipificaciones de género, tales como que el varón es más autónomo, líder, audaz, extrovertido y de autoestima más sólida; mientras que la mujer es más emotiva, dependiente, introvertida, sensible, e intuitiva. Los procesos históricos culturales que construyen tales atribuciones, no han otorgado igual valoración a las femeninas, aunque se las conciba como virtudes morales y capacidades fundamentales para la convivencia social. Aún hoy, son las niñas las que siguen aprendiendo mediante el juego, a realizar funciones reproductivas, de orden doméstico y maternal. Inclusive en familias presuntamente progresistas, se les compran únicamente muñecas, artefactos domésticos, adornos, cosméticos o elementos para jugar a la maestra; mientras que a los varones, autos, mecanos, aviones, pelotas o juegos de computadora, estimulándolos en dirección a los trabajos de generación de ingresos.
Coincidentemente con los investigadores del área Educación Física, la disciplina es concebida bajo dos registros curriculares asociados, existiendo en su currículum oculto, presupuestos de la cultura de género de lógica corporal biológica y sexual; reproducida en los sistemas de clasificación binaria, y por la cual se organiza cotidianamente el espacio, la comunicación analógica, las disposiciones corporales y el criterio de selección de contenidos. Presupuestos que estructura dos campos semánticos; el de la competencia deportiva (rudeza, choque, ruido) adscripta al ser de los varones, y el de la escenificación estética (flexibilidad, gracia, armonía) al ser de las mujeres, distribuyéndolos en una escala de deportes cuyos extremos van desde el fútbol a la gimnasia artística. Los últimos antecedentes disponibles sobre el tema, ponen en evidencia que las prácticas de los docentes favorecen la discriminación de la mujer, transmitiendo no solo los contenidos de los géneros sino las relaciones jerárquicas entre éstos. De aquí que la equidad de género hoy, no se exprese tanto en las posibilidades de acceso al sistema educativo, sino, en cómo se educa a niños-as y jóvenes.
Se considera necesario continuar investigando acerca de esta problemática a fin de profundizar las conclusiones de este ensayo. Existen algunos problemas en la actualidad que requieren arreglos colectivos, a fin de actualizar los dispositivos institucionales y las prácticas cotidianas para reconocer y dar cabida a situaciones nuevas.
Propongo profundizar en los estudios del área, la dinámica entre representación y orden social, identificando históricamente los contenidos que, desde la Educación Física, han contribuido a configurar cuerpos masculinos y cuerpos femeninos, y que se perpetúan en el proceso de biologización de lo social.
Sería interesante indagar dentro de nuestra disciplina, sobre los efectos del cambio cultural de las últimas dos décadas en la experiencia privada del cuerpo. Interrogarnos acerca de ¿Cuáles son los cambios particulares que vienen configurando un modelo de “cuerpo máquina” en el hombre, y un modelo de “cuerpo instrumento” en la mujer? ¿Qué consecuencias trae aparejadas en la comunicación entre los géneros?
En este sentido, de acuerdo a los autores consultados, pensar dicho orden corporal generizado como parte de un proceso históricosocial, es intentar develar cuanto de arbitrario hay en la posición que mujeres y varones ocupamos en la sociedad y que responsabilidad le cabe a las instituciones educativas.
Favorecer la reflexión crítica que atañe a nuestro rol docente, recurriendo a la discusión, al debate y a la evaluación de líneas ideológicas diferentes, sería una interesante oportunidad para revalorizar a la Educación Física en tanto facilitadora de la disponibilidad corporal al servicio del bienestar y la salud de ambos géneros, de la necesidad de movimiento, de la capacidad de expresarse, y de la creatividad para relacionarse con los otros y con los objetos en el espacio. Volvemos a interrogar la función esencial de la escuela, ¿Qué ocurre con los aprendizajes para la vida? ¿Cuál es el desfase de sus políticas educativas que implementan contenidos no transferibles a habitus destinados a mejorar las condiciones de vida y a ampliar el abanico de derechos para los futuros jóvenes adultos? Reconocer e intervenir sobre este tipo de problemas requiere dar cabida a los aspectos creadores de los sistemas de pensamiento y acción donde puedan filtrarse las ideas instituyentes, cuyo acercamiento pasa por el tratamiento de lo imaginario, sus funciones y procesos de institucionalización. Como la actividad física y deportiva significa educación, salud y participación social, constituye un bien cultural y un derecho de todas las personas.

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[1] CHOKLER, Mirtha Hebe Pág. 69, 70, 71 y 72.
[2] ACUÑA DELGADO ANGEL Pág. 91.

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